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Manuel Amunárriz

nos resume en estas líneas su experiencia médica y religiosa

 

Más de 30 años de cirugía, investigación y medicina intercultural en la amazonia ecuatoriana.

 

Se ordenó sacerdote en 1954, fue de profesor de filosofía y estudió Biológicas en la Universidad Complutense de Madrid y medicina en la Universidad del Opus de Pamplona.

"Cuando yo comencé medicina mi interés era especializarme en psiquiatría, para ayudar un poquito a los problemas de tipo psicológico-religioso en la vida, sobre todo consagrada, y cuando avancé en el estudio de la medicina vi que ejercer la medicina podía ser muy interesante también. Terminé en el año 1965 la medicina y solicité a mis superiores que me enviaran a Aguarico donde había un pequeño hospital muy metido en la selva, en el Nuevo Rocafuerte, en el río Napo".

Ese hospital no tenía médico y estaban unas hermanitas españolas que trabajaban allí para el Vicariato llevando todo ese pequeño hospital. Pero aún no era el momento de realizar su misión y estuvo en el Seminario de Alsasua cinco años más como profesor.

En 1970, ¡por fín! viaja a Ecuador, después de haber hecho unos cursos de medicina tropical en Amberes. Su trabajo sería la dirección del Hospital Franklin Tello, a 300 kms de Coca donde no existían caminos ni carreteras, todo el viaje era por río.

¿Manuel Cómo fueron los comienzos?

Comencé a trabajar y a vivir. Estuve 25 años allí, muchos tiempos solo y otras veces con algún auxiliar que venía para hacer prácticas de salud, con un equipo de monjitas, metiéndome un poquito en todo lo que la medicina me permitía hacer allí. ¿Sabes? no había otros hospitales de referencia en toda la selva amazónica del norte del Ecuador así que allí me quedé hasta el año 1994.

¿Cómo fue tu primera impresión?

Llego al Hospital con 40 años. Cada uno tiene sus cualidades y sus dificultades. Yo tengo una cualidad muy buena que es la capacidad de adaptación enorme a los cambios. Allí es un clima completamente distinto de aquí, y yo desde el primer día me encontré como en mi casa. He podido vivir desde el primer día muy cómodo allí a pesar de que es una humedad del 90% y lluvia, calor, ... a mí me encanta la selva. Me ha encantado siempre cazar, acompañaba a los indígenas cuando cazaban pero para investigar. He pasado mucho tiempo en la selva recogiendo animales, he hecho mucha parasitología.

¿Cuáles son las enfermedades típicas en esa zona?

Un 80% son enfermedades normales en cualquier lugar del mundo: gripes, catarros, etc... y el resto son patologías específicas del clima. Se llaman patologías tropicales y ahí tenemos por ejemplo lesiones de la piel, enfermedades deformantes o por ejemplo la paragonimiasis, que aparece por la existencia de un gusano en el pulmón por haber comido unos cangrejos que están infectados por el parásito en su fase infantil. Y una enfermedad que hemos estudiado mucho últimamente y que es de reciente diagnóstico en la selva es la enfermedad de Chagas, una enfermedad muy importante que apenas estaba estudiada en la selva del Ecuador y que tiene una parte de patología humana muy importante, con lesiones graves del corazón y del intestino, pero tiene después una parte muy importante de parasitología, por motivo de su trasmisor, que es un chinche de monte.

Hay también malaria, en los 25 primeros años que estuve tuve varios brotes epidémicos importantes, pero ahora no sabemos por qué en el Ecuador la malaria ha descendido muchísimo y de hecho en la selva también. He visto casos de malaria en estos cinco últimos años que he estado, pero muy pocos.

Háblanos sobre la población indígena.

La selva es virgen en ocupación humana fuera de las márgenes de los grandes ríos. La población que hay en las márgenes del río Napo, hasta que comenzó la época petrolera, era prácticamente indígena: Quichua fundamentalmente. Después hay otros grupos que son más minoritarios, pero son mucho más específicos y originales, que son el grupo de Sionas Secoyas en el norte y el grupo de los Huaorani en la parte más del sur del río Napo.

Un muy importante en el Ecuador, ubicado más al sur en la selva amazónica del Ecuador ha emigrado parcialmente a regiones más cercanas, es el grupo de los Shuaras.

El 90% era indígena y un 10% colonos de tipo mestizo. Con la cuestión petrolera hubo una invasión de prácticamente el resto de Ecuador para instalarse en las márgenes de las carreteras petroleras. La zona que ha quedado sin cambios humanos es la región del bajo Napo donde me ha tocado vivir a mí, en Aguarico, porque es una zona donde no existen carreteras y la migración prácticamente era nula, solamente vivían los Quichuas.

Ahora en la provincia en la que yo he trabajado el 85% son colonos y el resto de los antiguos indígenas. Pero el mundo quichua está muy amestizado culturalmente, de tal manera que hablan castellano casi todos.

De entre las mil y una anécdotas que seguro has tenido ocasión de vivir, ¿nos puedes contar una?

¡Ufff! ...Tengo muchos casos, algunos muy terribles.

Recuerdo ahora uno. Yo tenía mucha relación con un franciscano que vivía en el río Napo peruano, a unos 150 kilómetros río abajo. Un hombre muy espiritual, culto, muy técnico, llevaba mucho tiempo en la zona, hablaba muy bien el Quichua y el castellano. Era canadiense y una gran persona. Nos veíamos cada cierto tiempo y me enviaba pacientes para que los tratara.

Un día, de repente, apareció en el hospital, me dijo que traía una mujer que estaba muy mal, que no podía dar a luz y le había salido la mano del niño y vomita mucho y está muy mal. Era muy joven y a ver qué podía hacer. Estaba muy mal, había reventado el útero y estaba el niño en el vientre.

Fuimos al quirófano, tenía una tensión bajísima, cuatro de máxima, no sabíamos cómo vivía...

Abrí aquel vientre, el niño estaba fuera del útero, todo muy estropeado, olía mal. Hubo que hacer una resección completa del útero; era muy difícil porque estaba también necrosándose. Yo pensaba que esa mujer ya no podía vivir y pensaba que lo mejor era cerrar. Las hermanas me decían que no cerrara y que tratara de terminar. Logré terminar aquella cirugía tan compleja y recuerdo que comencé yo mismo a insuflar oxígeno en la paciente y succionar sus múltiples secreciones bronquiales. Al cabo de un rato comenzó a respirar un poco mejor, comenzó a subir un poco más la tensión y al cabo de una hora estaba respirando perfectamente. Se salvó y al cabo de quince días cogí el deslizador y la llevé a su comunidad.

Como este caso ha habido muchos, algunos terribles por las circunstancias geográficas son impensables poderlas encontrar por ejemplo en Quito o Madrid. Pasas por momentos muy duros y también recibes alegrías profundas cuando se consigue salvar a las personas.

¿Qué ha aportado a tu vida personal la misión?

Para mí ha sido un gran enriquecimiento y experiencia. He conocido un mundo nuevo, he aprendido a prescindir de veinte mil tonterías que tenemos aquí, he aprendido en el campo religioso a discernir entre lo que es esencial y lo que es cultural. Nosotros tenemos muchas cosas también en lo religioso que tienen más el valor de lo cultural que de lo esencial del Evangelio.

Viviendo con gente allí, que es religiosa pero que tiene otro mundo cultural completamente distinto, vas aprendiendo a separar lo esencial de lo accidental y en el mundo de la medicina he aprendido una cosa muy interesante, a convivir con otras concepciones completamente distintas de la salud y de la enfermedad.

Yo tengo una concepción muy biológica de la medicina, muy occidental, por tanto no comparto la opinión esencialmente mágica de la medicina, que es la que reina en el mundo amazónico. Tenía muy buena relación con los grandes brujos. A veces venían a verme y enviaban a sus familiares. El aprender a convivir en esa realidad es muy enriquecedor. Comienzas a valorar, aunque no concuerdes, a valorar cómo existen otros mundos y tienes que comenzar a respetar ese tipo de mundos.

El mundo mágico es, en algún aspecto, terrible, en la concepción indígena de la medicina la enfermedad no es una consecuencia fundamentalmente de la acción de parásitos o disfunciones de tipo biológico; la enfermedad la produce alguien que te quiere mal y que te envía un mal. El Yachak, "el que sabe", el curandero, es aquel que es capaz, generalmente tomando alucinógenos, de descubrir quién es el que te ha enviado el mal y, además, tiene el poder de sacarte ese mal que tú tienes metido dentro. En eso consiste esencialmente la acción médica del curandero. Además los curanderos son grandes conocedores de plantas. Esta acción destructiva crea odios y malquerencias en las comunidades indígenas.

Yo he conocido al menos a 4 de los grandes Yachak que han sido asesinados por su propia comunidad como venganza por el mal que les había provocado.

Estamos en un momento social donde hay una gran pérdida de valores a todos los niveles. Sin embargo en muchísimas comunidades indígenas hace falta gente, ya no voy a decir misioneros religiosos, también misioneros seglares. Seguro que hay un montón de jóvenes que quisieran oír argumentos que les motivaran a dedicar su vida o parte de su vida a este trabajo. ¿Qué argumentos les darías?

De hecho yo he tenido gente seglar que ha venido a pasar temporadas y a trabajar en el hospital con nosotros.

Creo que para un muchacho de aquí, chico o chica, aparte de que puede hacer mucho bien por su aportación de ilusión, esfuerzo o conocimientos en un lugar donde realmente se carece de muchas cosas porque las propias autoridades del país no tienen ni el interés ni la posibilidad de manejar acciones en rincones donde no son políticamente interesantes para la autoridad, pero aparte de eso es sumamente enriquecedor para un joven el poder participar en una experiencia de vida completamente diferente a la que vive aquí. Eso es una de las grandes riquezas que adquiere una persona, el descubrir que hay otros mundos y que esos otros mundos tienen una serie de valores que nuestro mundo de aquí de alguna manera los ha perdido.

Por ejemplo nuestro mundo de hoy tiene muy poca capacidad para el sufrimiento, es el mundo del bienestar, del bienestar demasiado físico.

Tiene poco tiempo para la reflexión personal. A mí me da la impresión de que hoy día el mundo joven de hoy es un mundo con una enorme tentación de gregarismo, es decir, es el grupo el que de alguna manera absorbe al individuo.

Cada vez que veo la televisión con lugares de diversión donde hay una masa de gente que se divierte me da un poco pena ver como de alguna manera la gente se hace masa y no tiene el sosiego de la individualidad, del aislamiento, del silencio, de poder pensar, de poder reflexionar, porque la vida tiene otras muchas realidades que no son lo palpable o visual.

Para un joven vivir otro mundo donde hay otras necesidades vitales, donde la gente se preocupa de otras cosas más esenciales y ver cómo esa gente le reciben y quieren a uno de verdad y puedes formar una relación cercana con esa gente porque son gente directa y agradecida, es muy enriquecedor para un joven hoy.​

 

 

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