HOMILIA
EN EL 32 ANIVERSARIO DE LA MUERTE DE ALEJANDRO E INES
Estamos celebrando este Kairós, tiempo especial de gracia y bendición de Dios para nuestra Iglesia Amazónica del Vicariato Apostólico de Aguarico, al hacer este memorial de la Muerte-Resurrección de nuestros hermanos misioneros: Monseñor Alejandro Labaka y la Hermana Terciaria Capuchina, Inés Arango, quienes hace 32 años regaron con su sangre el suelo amazónico para que todos los pueblos amazónicos tengan vida.
Es un tiempo de gracia para nosotros porque Inés y Alejandro desde hace ya más de medio siglo llegan a la Amazonía para quedarse. Se enamoran de esta tierra a la que Alejandro llamará “el paraíso verde”, cuando para otros es un “infierno” y donde otros ven “salvajes”, Alejandro e Inés ven en los pueblos aborígenes unos hermanos de ellos y nuestros a los que hay que ayudar, cuidar y proteger frente a los intereses de las compañías petroleras que sólo ven en el petróleo riqueza material sin importarles la vida de los verdaderos dueños de la tierra: los indígenas.
Alejandro e Inés fueron profetas y lo siguen siendo, porque los profetas anuncian la vida y las buenas noticias de Dios y también denuncian las injusticias y atropellos de quienes destruyen la vida. Ellos nos han hablado de cómo en los pueblos aborígenes están las “semillas del Verbo” y que para humanizarnos debemos aprender mucho de lo bueno que tienen ellos, que nos enseñan a vivir en armonía con la naturaleza, cuidándola, con la comunidad, con los otros pueblos y que por ello la semilla de Jesucristo está ya en ellos antes de que lleguemos nosotros.
Este año vamos a celebrar el Sínodo de la Amazonía, convocado por el Papa Francisco con el título: “Nuevos caminos para la Iglesia y para una ecología integral”. Con este Sínodo el Papa Francisco quiere resaltar la importancia de la Amazonía como el hábitat de cientos de pueblos que viven al interior de la selva. La amazonia, como fuente de agua y vida para millones de especie y la amazonia como los pulmones del planeta. Nos habla de la vida en abundancia que hay en la Amazonia pero nos pone alerta de cómo esta vida está siendo destruída y es preciso que como misioneros hagamos algo para parar esta destrucción y promover la vida que es obra de Dios.
También nosotros como Vicariato Apostólico de Aguarico, estamos también llevando adelante un Sínodo de nuestra Iglesia local, que nos coloca en esa dinámica de revisión y conversión: personal, pastoral, ecológica-integral y relacional. Estamos en el primer momento, en el VER la realidad de nuestro Vicariato. Pedimos a Inés y Alejandro nos ayuden a abrir los ojos y los oídos de nuestro corazón y de nuestra mente para ver y escuchar el clamor de las gentes de nuestra amazonia para entablar con ellos un diálogo y llegar al actuar que el Dios de la vida espera de nosotros.
Inés y Alejandro desde la distancia del tiempo nos dijeron hace medio siglo lo que el Papa nos ha dicho hace poco que hay que cuidar y salvar la Amazonía, sus Pueblos y su territorio amenazado de destrucción por las empresas petroleras, madereras, mineras que vienen a saquear la selva sin importarles la vida de los aborígenes, sus dueños verdaderos. Ellos se interesaron por la vida de los pueblos y por preservar su cultura y lengua cuando hoy nuestra cultura occidental y mestiza les ha invadido tanto que muchos de ellos están olvidando su cultura ancestral.
El sínodo de la Amazonía nos invita a todos a tomar postura frente a la destrucción de la vida en la selva. No podemos ni debemos quedarnos con los brazos cruzados ante tanta injusticia que destruye la vida de los pueblos en la Amazonia. Debemos posicionarnos y gritar al mundo nuestra inconformidad de cómo el gobierno nacional que tiene un presidente que se dice amazónico porque nació en esta provincia es en realidad quien está propiciando con su equipo de gobierno la intromisión de compañías petroleras y mineras en la zona intangible. A él se le ha pedido que ayude tecnificando la extracción petrolera con la eliminación de los mecheros de la muerte, que tanta contaminación y cáncer han producido. Ante estos atropellos como Iglesia local es menestar que tomemos medidas que frenen la destrucción y el atropello hasta donde nuestras fuerzas nos lo permitan.
Como misioneras y misioneras nuestro anuncio y denuncia está presente también en las ciudades y en las poblaciones urbanas donde somos enviados a llevar la Buena Nueva del Evangelio y a aliviar a tantas personas aquejadas por diferentes sufrimientos. Esto es algo grande que día a día realizan nuestras misioneras y misioneros sacerdotes, religiosos y laicos. La mies es mucha y los obreros pocos. Los problemas nos sobrepasan: violencia intrafamiliar, jóvenes dominados por el alcohol y las drogas, violencia social, corrupción, enfermedades catastróficas entre ellas el cáncer de piel, útero y estómago, producido por la contaminación ambiental, casas y calles insalubres y sin condiciones dignas en el lugar donde se genera la mayor riqueza del país, deforestación, minería, lavado de dinero, narcotráfico, prostitución, emigración, pobreza y miseria, suicidios, femicidios, entre otros…
En el vicariato se están generando propuestas y acciones muy buenas como los observatorios de los pueblos, las reuniones para erradicar las causas que llevan a los suicidios, los trabajos de la FAL, los encuentros con varios actores sociales, políticos y religiosos para llegar a soluciones en favor de nuestra población, el compromiso de los grupos de Iglesia con los pobres, las acciones de las familias por la vida y la no violencia….por eso pedimos al dueño de la mies que envíe operarios a su mies.
Todo este esfuerzo de nuestras manos y de nuestro corazón lo dejamos en las manos del Señor en la oración donde él sabe multiplicar lo que le entregamos. En esta oración nos sostiene el pulmón espiritual de nuestro Vicariato: nuestras hermanas Clarisas Capuchinas, contemplativas del Monasterio “Nuestra Señora de Guadalupe” que de manera permanente oran por nuestra Amazonia.
Como profetas enviados por Dios, Inés y Alejandro guian nuestro camino de Iglesia. Les pedimos también que intercedan por nosotros, por las vocaciones a la vida religiosa y sacerdotal de los jóvenes que sienten la llamada de Dios para vivir su vocación entre los pueblos amazónicos.
Los agentes de pastoral somos un grupo unido y fraterno pero cada día las fuerzas y el personal va decreciendo y por ello pedimos al dueño de la mies que envíe operarios a su mies en esta Iglesia amazónica en la que vivimos y sembramos el Evangelio.
Padre Dios, en este día al ofrecerte a Alejandro e Inés nos ofrecemos todos para comprometernos contigo y con la vida de los pueblos y del territorio amazónico. Danos la fuerza de tu amor y la entrega generosa de la vida como en su tiempo lo hicieron tus hermanos Inés y Alejandro, cuya entrega y vida resucitada celebramos hoy.
Amén.
Mons. José Adalberto Jiménez Mendoza. OFMCap.
Coca, 21 de julio de 2019.