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CARTA DE NAVIDAD

CRISTO NOS HA SIDO DADO PARA LOS DEMÁS

 

A todos los que somos Vicariato Apostólico de Aguarico

Ya es Navidad. Casi sin darnos cuenta, Jesucristo el Señor, ha entrado en nuestra historia y ha llegado hasta nosotros en persona, en la persona de un niño pequeño y frágil. Y viene a decirnos con su presencia encarnada que todo ser humano, que cada persona, que todo lo humano, en cualquier lugar de la tierra tiene un valor infinito, un valor divino.

Situándonos en la realidad del Vicariato Apostólico de Aguarico, donde transcurre la vida de cada uno de nosotros, como individuos y como comunidad, nos preguntamos ante el misterio de Dios encarnado en nuestra realidad huamana: ¿Qué valor tienen para nosotros las personas con las que nos encontramos diaria o semanalmente en nuestro quehacer humano y pastoral? ¿Vemos en los pobres del campo o de la ciudad, de los indígenas o colonos que están establecidos aquí, a Jesucristo encarnado en ellos?.

El título de esta carta de navidad lo he tomado de una reflexión de nuestro Papa Emérito: Benedicto XVI, en su libro: “Y Dios se hizo hombre”, quien al respecto, nos dice: “No podemos celebrar navidad sin dirigir nuestro pensamiento, hacia aquellos que en esta hora pasan hambre y frío, que sufren y están enfermos, que dudan y desesperan del sentido de su vida, que languidecen en prisiones y hospitales psiquiátricos a causa de su fe. Ellos nos incumben. Se nos ha encomendado transmitir la luz”.

Es necesario que cada uno de nosotros nos preguntemos durante este tiempo: ¿Quiénes son esos pobres que nos incumben?¿A quiénes en concreto estoy llamado a transmitir con mi presencia y con mis palabras la Buena Nueva de Jesucristo, el Amor Encarnado que hoy se abaja hasta nosotros?

El poco tiempo que llevo en estas tierras amazónicas, he visto que el Vicariato es una gran familia de misioneros, donde todos hacemos muchas cosas, como individuos o como comunidad, pero donde creo que necesitamos encontrarnos un poco más entre todos para compartir humana y espiritualmente esa vocación misionera que llevamos por dentro, donde cada uno comparta qué fue lo que le hizo un día decir que sí, al Señor, para encarnarse e insertarse entre las gentes de este Vicariato, entre las culturas y entre los pobres? Veo necesario que abramos espacios donde cada uno sea escuchado en su vocación misionera y nos comparta así el fuego de su pasión por esta misión, de tal manera que como dice el P. Hurtado: “Un fuego encienda otros fuegos”, el de la pasión misionera, el de las vocaciones a la misión.

Antes de finalizar esta carta quiero que reflexionemos unas palabras que nos dejó Alejandro Labaka en Crónica Huaorani, cuando fue adoptado como hijo, por la que sería desde entonces su familia Huao, estando ya cerca de la Navidad: “Me desnudé completamente y besé las manos de mi padre y de mi madre Huaorani y de mis hermanos, reafirmando que somos una verdadera familia. Comprendí que debía despojarme del hombre viejo y revestirme más y más de Cristo en estas Navidades.”.

Hermanas y hermanos del Vicariato, que estas Navidades se nos dé el regalo de encontrarnos con Dios encarnado que se nos hace presente, en Su Palabra y en cada persona a la que vamos o llega hasta nosotros. Que al igual que Alejandro e Inés nos revistamos más y más de Cristo, en estas navidades.

¡Feliz Navidad 2018!

Fraternalmente.

 

Hno. Adalberto Jiménez Mendoza

Vicario Apostólico de Aguarico

 

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