Qué día más triste ayer: llover sobre mojado.
En medio de los problemas últimos, se nos va el amigo, el compañero. Que su viaje sea leve y placentero. ¡Qué lecciones nos deja el Pepe!. La noticia ha sido un golpe bajo. Un dolor muy grande para todos quienes hacemos la Fundación Labaka.
Le gustaba decir , sacando pecho, que luego de vender Bonice, ahora, le nombraban licenciado. Eso, por las clases que tenía que dar en los colegios como parte de las actividades de la FAL. Como ratón de biblioteca se había leído casi todo lo que estaba en nuestra pequeña estantería. Todo. Sabía la historia de Labaka al dedillo. Y los mitos de Achacaspi. Recortaba, día a día, los periódicos para guardar las noticias sobre la Amazonía en los archivos.
El Pepe. El Pepe que hacía de todo un poco, lo mismo un cosido que un planchado. Le gustaba bailar y cantar. Y también le gustaba actuar: si de alegre payaso o del inolvidable Mancerito en “El amor de la luna”.
Cuando quería, era una pulga en la oreja. Una jodida pulga en la oreja que no paraba hasta que los demás le hicieran caso. El Pepe. El de las películas de los jueves. El de la moto. El Pepe.
Le vimos pasar obstáculos muy grandes. El dolor y la tristeza de la ruptura familiar. Le vimos ilusionarse nuevamente, buscando a Filuku, pelear por sus hijos y contarles cuentos, creer en la vida, estudiar, llevar la batuta de un coro escolar como parte de su tesis. Le vimos puntual en el trabajo. Y comprometido, con entrega absoluta. Solidario cuando tenía que serlo. Le vimos en la sala de exposiciones atento, presto a explicar lo que él mismo estaba aprendiendo. Le vimos, y le vivimos.
Le vivimos con sus momentos intensos. Con sus penas. Con sus alegrías. Con las fuerzas. Con las lágrimas este 21, que caminó de Sachas a Coca dando su testimonio en homenaje a Labaka. Le vivimos cantando el domingo en el parque. Le vivimos queriendo mejorar su casita. Le vimos crecer. Siempre con ganas de ser más, de mejorar su vida, de dejar lo mejor a sus hijos y de ser lo mejor para ellos.
El Pepe. Qué dolor más grande. Que vacío. Y que lecciones en su corta vida, de fortaleza y también de debilidades, de empuje, de ganas. Porque al Pepe nunca le faltaron ganas. Un hermoso legado para sus niños. Le vamos a extrañar. Nos deja un vacío enorme. Y también, una lección.
Milagros