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Cuaresma - Ciclo A

«Rostro» de la misericordia del Padre

 

Esta es la Buena Noticia de Dios proclamada por Jesús. El misterio último de la realidad que los creyentes llamamos «Dios» es un misterio de misericordia infinita, bondad sin límites, ofrecimiento continuo de perdón. En Dios, la misericordia no es una actividad entre otras, sino que todo su ser consiste en ser misericordioso con sus criaturas. De él solo brota amor misericordioso: no puede vengarse de nosotros, no nos puede guardar rencor, no puede devolvernos mal por mal. La misericordia es el ser de Dios, su reacción ante sus criaturas, su modo de mirar a sus hijos, lo que mueve y dirige toda su actuación.

Jesús vive al Dios de la misericordia como un Dios amigo de la vida. Sufre al ver la distancia enorme que hay entre el sufrimiento de tanta gente desnutrida y enferma y la vida sana que Dios quiere para sus hijos. Por eso se siente Profeta curador, lleno del Espíritu bueno de Dios, no para condenar y destruir, sino para curar, liberar de espíritus malignos y potenciar la vida.

Jesús experimenta también al Dios de la misericordia como el Dios de los últimos: los empobrecidos por los poderosos y los olvidados por la religión. Jesús sufre al ver que nadie les hace justicia. Por eso se siente también Profeta defensor de los pobres. Su primer gesto es compartir con ellos su suerte. La vida pobre e itinerante de Jesús y de sus discípulos, sin provisiones ni túnica de repuesto, no es austeridad. Es su forma de compartir la indefensión, la vulnerabilidad y los riesgos que padecen tantos desgraciados. Jesús encarna la misericordia del Padre en su vida solidaria con los pobres.

José Antonio Pagola

 

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