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¿Qué nos dice y qué decimos?

SOBRE LA CORRUPCIÓN

 

Presentación

La “corrupción” es un tema de actualidad en todos los ámbitos del mundo, Latinoamérica y del Ecuador, que se nota en el deporte, política, economía, en la gestión de lo público, en las instituciones privadas y estatales, en el trabajo, la familia, la iglesia, etc.

No queremos ni debemos quedar indiferentes ante esta lacra global, porque el silencio, la permisividad o la participación en esta manera de entender las relaciones y los beneficios, no es propio de la ética social ni de los valores del Reino, del mundo distinto como Dios lo quiere.

El Papa Francisco nos advierte sobre esta realidad y nos invita a revertir la inercia social con el modo de ser y sentir de Jesucristo y el Evangelio, de tal modo que exista “una lucha más sincera contra la corrupción” (LS 55; 172). “Los límites que debe imponer una sociedad sana, madura y soberana se asocian con: previsión y precaución, regulaciones adecuadas, vigilancia de la aplicación de las normas, control de la corrupción, acciones de control operativo sobre los efectos emergentes no deseados de los procesos productivos, e intervención oportuna ante riesgos inciertos o potenciales”. (LS 177). “Muchas veces la misma política es responsable de su propio descrédito, por la corrupción y por la falta de buenas políticas públicas”. (LS 197). Además, el mismo Papa recordaba a la Asociación Internacional de Derecho Penal: “La corrupción es un mal mas grande que el pecado… y en sí misma un proceso de muerte”. (octubre 2014)

Para ser fieles a Jesús y a su Reino, no podemos hacer concesiones al engaño; más bien, debemos entrar en procesos de conversión que nos lleve a la transparencia, honestidad, alegría, esperanza y vida, alejándonos del olor a podrido o a muerte (cfr. Jn 11, 39), es decir a la corrupción.

 

1. ¿Qué nos dice la realidad sobre la corrupción?

La vida consagrada se deja interpelar

Según un estudio publicado por el diario “El Comercio”, existe la percepción de que el Ecuador es el sexto país más corrupto de América Latina (véase en “Transparencia Internacional” 2017).

Han saltado a la opinión pública algunos casos: Petroecuador, Odebrecht, compra de pases de policías, tráfico de droga, gestión del agua, compra de helicópteros para el ejército, sistemas de radar para la defensa, desayunos escolares, sistema de fibra óptica, compra de medicinas, evasión tributaria, paraísos fiscales, coimas, etc.

Lo que vemos de fuera nos toca muy de cerca en todos los estratos y niveles de relación: individuales, familiares, sociales, políticos, institucionales e incluso en lo eclesial.

Podríamos preguntarnos:

¿Alguna vez hemos participado en prácticas corruptas?,

¿Hemos evitado denunciarlas o transformarlas?,

¿Las hemos normalizado tanto que no las cuestionamos o –quizá- hasta las justificamos?

¿Hemos participado de alianzas con personas o entidades que van contra los valores del Reino?

¿Hemos hecho inversiones no éticas con el dinero que administramos, ya sea de la comunidad o de la misión?,

¿Hemos tratado injustamente a los empleados, sin respetar sus derechos?,

¿Hemos faltado a la equidad y la transparencia entre los miembros de la congregación en el uso de los bienes?,

¿Hemos “negociado” con los sacramentos y criterios pastorales?

¿Hemos dado “facilismos” a las personas que aportan dinero a cambio de no someterse a exigencias y procesos pastorales normales?

La respuesta afirmativa a alguna de estas preguntas, significa que hemos trastocado los valores del Evangelio y los que fundamentan la vida en la sociedad.

No siempre existe la conciencia recta y la diferencia entre lo legal y lo justo, lo que conviene por intereses y lo que se debe hacer por el bien común. Se justifica corromper al corrupto, la explotación a los demás y aprovecharse de las circunstancias… Dentro de la misma vida eclesial y consagrada hay cierto relativismo en los criterios, que justifica lo que uno mismo hace y tal vez se recrudece la crítica a lo que los demás hacen.

A veces se tolera o se cierran los ojos ante situaciones de doble vida en las relaciones familiares, sociales, eclesiales y comunitarias, donde no se maneja un correcto discernimiento en lo económico, sexual, relaciones, redes, los afectos, etc.

Se prioriza el “sálvese quien pueda” frente a la solidaridad, el bien común, la ética, los valores o principios…, por ejemplo en la búsqueda de privilegios (facilismo) que evitan el compromiso y la responsabilidad.

 

2. ¿Qué dice la VC sobre la corrupción?

Un mensaje de esperanza a quienes deciden vivir con honestidad.

Jesús reaccionó con radicalidad frente a un sistema de corrupción y de injusticia a través de una vida auténtica y una palabra veraz: sanar a los quebrantados de corazón, dar a los cautivos libertad y a los ciegos la vista, proclamar el año de Gracia del Señor (cf. Lc 4,16-ss) se convirtió en un modo de hacer y de vivir cotidiano que revertía esas situaciones con firmeza (“Que su sí sea “sí” y su no sea “no”. Mt 5,37)

Estamos llamados a vivir la congruencia entre la búsqueda del bien personal y el bien común, entre la necesidad personal-grupal y los valores fundamentales. Eso significa que no trataremos de buscar lo que nos conviene o nos beneficia por encima de los valores humanos y evangélicos, para que se exprese con claridad la vivencia del Reino de Dios, por encima de otros criterios, para que la transparencia y la honestidad sean nuestra manera de relacionarnos con todo y con todos. (“Pues no hay nada oculto que no haya de ser manifiesto, ni secreto que no haya de ser conocido y salga a la luz”. Lc 8, 17).

Además de denunciar la corrupción, es preciso verificar nuestra práctica de vida para comprobar si es o no de corrupción, por más normalizada que esté en el contexto que vivimos, pues “estamos en el mundo sin ser del mundo “ (Jn 15,18-19), en constante revisión y conversión de nuestro ser-hacer personal, comunitario y pastoral. Debemos recordar que todos estamos necesitados de conversión “para ver la viga que tenemos en nuestro ojo”, y cuestionarnos: “¿Por qué miras la paja que hay en el ojo de tu hermano y no ves la viga que está en el tuyo? ¿Cómo puedes decir a tu hermano: “Hermano, deja que te saque la paja de tu ojo”, tú que no ves la viga que tienes en el tuyo? ¡Hipócrita!, saca primero la viga de tu ojo, y entonces verás claro para sacar la paja del ojo de tu hermano” (Lc 6, 41-42). Mirar lo cotidiano de la vida consagrada, para que sea profética y alternativa al mundo que nos rodea: fortalecer el conocimiento propio y la autocrítica frente a comportamientos y actitudes que se “naturalizan”. (“La mitad de mis bienes se la doy a los pobres” Lc 19, 8)

Formar a la gente en la conciencia recta, para que no se acepte como correcto lo que es frecuente (argumentando que “todo el mundo lo hace”), sino que exista la capacidad de afrontar situaciones nocivas y antiéticas aunque tenga consecuencias negativas (Mt 5,11), como levadura en la masa. Esto hacerlo en todas las etapas de la vida del individuo, desde la misma familia, la escuela, los círculos sociales, la influencia de los medios de comunicación social y las redes, etc., así como los ámbitos pastorales que nos configuran como personas y cristianos. Acompañar estos procesos formativos para fortalecer la identidad, que no puede “negociar el Reino” en una sociedad donde prevalece la corrupción. (“Portamos un tesoro en vasijas de barro”. 2 Cor 4,7).

Hay que aprender a discernir de manera evangélica y ayudar a la gente a vivir procesos de discernimiento con el punto de referencia de los valores del Reino y los comportamientos de Jesucristo, con responsabilidad y valentía, a pesar de las reacciones contrarias, con los criterios éticos de Jesucristo. (“Haz con los demás lo que te gustaría que hicieran contigo” Mt 7,12. “No hagas con los demás lo que no te gustaría que hicieran contigo”. Tb 4,15)

No echar a perder, en saco roto, la gracia dada y tener la capacidad de volver siempre al amor primero, aunque se vivan situaciones de lejanía, ruptura, pecado y retomar la vida desde el encuentro con Jesús y su evangelio. (“También les dijo: ¿Acaso se trae la luz para ponerla debajo de la cama? ¿No es para ponerla en el candelero?”. Mc 4,21).

Prever y hacer frente con valentía a situaciones de doble vida, creando espacios, relaciones y situaciones que faciliten la autenticidad y libertad en las personas y en las comunidades, donde cada uno-a en discernimiento pueda ser acogido-a tal como es y encuentre un espacio donde poder desarrollar capacidades para el Reino. “No son del mundo, como tampoco yo soy del mundo”. Jn 17,16)

Confrontar nuestras realidades y prácticas con los documentos eclesiales contra la corrupción en temas de sexo, dinero, poder, etc., desde los criterios de Evangelio y la práctica de la misericordia. (“No sea así entre ustedes”. Mc 10, 34)

 

Conclusión

Bienaventura la Vida Consagrada del Ecuador “limpia de corazón” (Mt 5,8) que vive la alegría del Evangelio, con honestidad, transparencia y solidaridad llena de generosidad, siendo – de esta manera- luz del mundo y sal de la tierra (cfr. Mt 5,13) para este mundo, que gime por la justica y la verdad. Bienventurada la vida consagrada que “busca el Reino de Dios y su justicia, y lo demás se nos dará por añadidura”, para que “nadie se pierda” (cfr. Jn 17,13) y todos seamos santificados en la verdad, “para que el mundo sepa que Tú me enviaste y que los amaste tal como me has amado a Mí” (Jn 17, 23).

“Los desafíos están para superarlos. Seamos realistas, pero sin perder la alegría, la audacia y la entrega esperanzada. ¡No nos dejemos robar la fuerza misionera!” (EG109)

 

Agosto 2017

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