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MENSAJE A TODA LA VIDA CONSAGRADA

DESDE NUESTRA FE,

TESTIGOS Y PROFETAS DE ESPERANZA

 

Queridos hermanos y hermanas de toda la Vida Consagrada del Ecuador, caminos de discernimiento, profecía, martirio, y esperanza han sido recorridos durante esta V semana teológica; puertas que se abren, puertas que se cierran en medio de un país ideológicamente polarizado, en el que somos llamados a ser caminantes y constructores del Reino, cruzando cada día la puerta de la fe, como respuesta a Dios que nos llama a seguirlo en medio de su Pueblo.

Tenemos la certeza de que Dios siempre toma la iniciativa y hace escuchar su voz. Nos hace experimentar su presencia apasionada y abre caminos de esperanza hacia un mundo diferente aún en tiempos de crisis. Él hace resonar en nuestro corazón las voces silenciadas de hermanos y hermanas que nos piden hacerles experimentar su cercanía.

Sentimos que estamos llamado/as a dar testimonio, con nuestra vida, de la primacía de este Dios Padre-Madre, alegre, misericordioso, tierno… mirando con sus ojos de amor, los cambios fundamentales que afectan nuestra historia y también nuestra misma VC. En esta historia Dios sigue trabajando, re-creando su proyecto de amor y de vida: ¡no hay lugar para el pesimismo entre quienes nos hemos comprometido a seguir a Jesús!

Los consagrados/as tendríamos que cruzar continuamente la puerta de la fe, contemplar la realidad y acoger las posibilidades de vida nueva que Dios suscita en ella. Por esto nos sentimos invitados/as a salir a las fronteras y a las periferias de nuestro Ecuador, con riesgo apasionado por el Reino, despertando, especialmente en los pobres, el sentido más profundo de los cielos nuevos y de la tierra nueva, queridos por Dios.

Somos llamados a tomar consciencia de que por el Bautismo y por nuestra profesión religiosa hemos entrado en el proyecto de Dios, para seguir a Jesús, morir con y como Él. Somos llamados a arriesgar un auténtico éxodo personal y comunitario que nos permita abrir y cerrar puertas para vivir en plenitud nuestra vocación y misión.

Es un reto profético y evangélico que exige coraje y lucidez a la hora de actuar. El seguimiento de Jesús, la fidelidad creativa a nuestros carismas fundacionales, la lectura de fe de los signos de los tiempos, la opción por los últimos… deben guiar nuestro discernimiento. La gracia del Espíritu de Jesús nos ilumina y fortalece para indicarnos a qué estamos llamados/as a abrirnos y a qué estamos llamados/as a cerrarnos.

La puerta de la fe nos conduce a la casa de Betania, ícono elegido por la CLAR para este trienio: Betania casa del encuentro, corazón de humanidad, espacio en el que se recrean las relaciones y se da paso a la Vida resucitada. Es hacer de nuestra cotidianidad el encuentro con el Señor de la vida para establecer un vínculo de comunión plena que nos lleva a vivir haciendo su voluntad.

Reconocemos que corremos el riesgo de que nuestra VC cierre puertas que no tendría que cerrar: nuestra clausura no debe ser para construir muros, portones y rejas para defendernos del mundo. Es nuestra misión entregar la vida con gozo comprometiéndonos afectiva y efectivamente con las personas, no separándonos de ellas como si fueran enemigas de nuestra condición. Nuestra VC debe ser la expresión de la renuncia a un mundo donde el egoísmo es el que domina, pero también es la manifestación de que amar duele, exige, implica estar bien metidos/as en el mundo teniendo entrañas de humanidad.

Necesitamos una vivencia de oración auténtica que haga de nosotros “místicos de ojos abiertos”, profetas para el mundo de hoy. Añoramos las grandes figuras proféticas de tiempos lejanos en nuestra Iglesia latinoamericana, y esto a veces nos desanima. No dejemos que esto nos sirva de excusa. ¿No será este tiempo nuestro un tiempo para los “profetas menores”, que miran, sienten y hablan desde la experiencia de Dios para dar esperanza?

Tendríamos que ser de aquellos que abren sendas, posibilitan el acceso por puertas que se abren hacia algo realmente nuevo “honrando la vida”, y cierran las puertas que niegan o rechazan la creación nueva que inaugura Jesús. ¡Consagrados/as, no desaprovechemos nuestra capacidad de profecía! ¡No nos transformemos en una asociación piadosa de buena voluntad, que pierda su capacidad de interpelarse a sí misma, a la Iglesia, a la sociedad y al mundo!

Es un reto constatar que todo compromiso místico-profético es también martirial. El mártir es el que no tiene nada que perder porque ya ha apostado en Dios, todo lo que tiene que ganar. La VC al pasar por la puerta de la fe, nos dispone a vivir y morir por Cristo, pero también por los demás.

Somos testigos de la esperanza, pues, hemos experimentado el amor, somos constructores de Buena Noticia, impulsadores de confianza que no desfallece en Jesús Señor de la vida y de la historia.

Vivamos nuestro discipulado con la misma intensidad del Maestro que dice: “he abierto ante ti una puerta que nadie puede cerrar” (Ap.3, 8) como signos generadores de vida nueva que contagia otras vidas para la extensión del Reino.

 

Equipo de Reflexión Teológica

CER-08-12-2013

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