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MENSAJE FINAL

DE LA REUNION DE LOS OBISPOS RESPONSABLES

DE PASTORAL INDIGENA

DE LAS CONFERENCIAS EPISCOPALES

DE AMERICA LATINA Y EL CARIBE

 

Queridos hermanos obispos responsables de la pastoral indígena de América Latina y El Caribe y cuantos prestan su servicio evangelizador entre nuestros pueblos Originarios.

 

1. Un grupo de obispos encargados como ustedes de la pastoral indígena en su iglesia particular, hemos podido participar en la reunión convocada por el Departamento de Cultura y Educación del Consejo Episcopal Latinoamericano, CELAM, y que tuvo lugar en Santa Fe de Bogotá, Colombia; entre los días 14 al 18 de Octubre de 2013. Reciban todos nuestro cordial y fraterno saludo, a todos hemos recordado y a todos hemos acompañado con nuestra oración.

Durante estos días de fraterno compartir de intensa reflexión y de viva experiencia de sentirnos guiados por el Espíritu del Señor, ante todo hemos dado gracias a Dios por los muchos pastores, misioneros, misioneras y agentes de pastoral que ha sabido caminar a lo largo de estos más de cinco siglos de evangelización, con los pueblos Originarios, y no pocas veces, con verdadero heroísmo han escrito páginas de nuestra historia de gran sabiduría y de verdadera santidad. Agradecemos con profunda admiración a cuantos hoy en día, con igual heroísmo, siguen sus huellas.

2. Reconocer el camino recorrido no nos permite, sin embargo, no evidenciar lo mucho que nos queda por recorrer, e incluso los riesgos de desviarnos del camino. Hoy en día los pueblos indígenas aún están amenazados en su existencia física, cultural y espiritual; en su modo de vida, en su diversidad y en sus territorios y proyectos. Algunas comunidades indígenas se encuentran fuera de sus tierras, porque éstas han sido invadidas y degradadas, o no tienen tierras suficientes para desarrollar sus culturas. Sufren graves ataques a su identidad y supervivencia pues la globalización económica y cultural pone en peligro su propia existencia como “pueblos diferentes”. La migración forzada por la pobreza, está influyendo profundamente en el cambio de costumbres, de relaciones e incluso de religión, (cf DA90).

3. Constatamos al mismo tiempo que está surgiendo y fortaleciéndose entre los pueblos indígenas, una más clara conciencia de lo que ellos son, de sus valores y de que “están en la raíz primera de la identidad latinoamericana y caribeña”. No cabe duda: las poblaciones indígenas emergen ahora en la sociedad y quizá con mayor presencia en la Iglesia. Este es un Kayros, un tiempo de gracia que urge y apremia el encuentro de la Iglesia con estos ámbitos humanos que reclaman el reconocimiento pleno de sus derechos individuales y colectivos, y el ser tomados en cuenta en la catolicidad de la misma Iglesia, con su cosmovisión y sus valores étnicos y culturales. La Iglesia de Pentecostés, la de todos los pueblos, los necesita. El futuro de nuestra Iglesia de América Latina y El Caribe no estaría asegurado sin el aporte determinante de los pueblos Originarios.

La variedad y riqueza de las culturas latinoamericanas desde las más originarias hasta aquellas que con el paso de la historia y el mestizaje de nuestros pueblos se han sedimentando en las naciones, están llamadas a converger en una síntesis capaz de orientarnos hacia un destino histórico común. Estamos convencidos de que es el anuncio de Cristo y la esperanza en El las que, a pesar de oscuras sombras y de innegables causas de deterioro, están dando fisionomía a esta nuestra Patria Grande. No debe dejar de ser el Continente de la Esperanza.

4. Al momento de aprender de la historia, maestra de vida, hemos constatado que el limite o error que ha acompañado nuestra labor en favor de los pueblos indígenas, ha sido el considerarlos, quizá exclusivamente, como destinatarios de nuestra acción, y demasiado poco, como verdaderos interlocutores, y entonces como auténticos sujetos y actores responsables de su historia y de su desarrollo integral que tan atinadamente ha sido descrito por Pablo VI, como “el paso, para todas y cada una de las condiciones de vida menos humanas a condiciones más humanas”(PP20).

Ha llegado la hora para que la auténtica conversión pastoral urgida por nuestros pastores en Aparecida, nos lleve a acercarnos a los pueblos Originarios con inmenso respeto, como a nuestros interlocutores, trabajando con ellos, no tanto para ellos, y no solo como “colaboradores, sino como primeros responsables de sus proyectos y de su destino”.

5. Nos sostiene en este “nuevo” modo de acercarnos y de acompañar a los pueblos indígenas, la convicción que la acción de la Iglesia ha sido presidida, siempre y en todo ámbito humano, por la acción salvífica de la gracia divina. El Verbo ha sido siempre “la Luz que ilumina a todo hombre que viene a este mundo” (Jn 1,9).

La Misión no debe ser vista sólo como la actividad de la Iglesia, sino ante todo como el ponerse de la misma Iglesia a disposición de la acción salvífica de Dios –Trinidad. Esta envuelve a la humanidad desde siempre, ya que Dios nunca ha dejado de amar a su creatura. Lo expresó de modo sorprendente el Bto Juan Pablo II, cuando en 1992 llegó a Veracruz, México puerto por el cual arribaron los primeros misioneros a nuestra América. Allá nos dijo: “aun antes que llegaran los misioneros, Dios amaba infinitamente a los amerindios”.

Tener presente esta verdad le da a todas nuestras actividades evangelizadoras un “talante” humilde, de servicio amoroso, nunca de conquista; se trata de ponerse a disposición de la acción salvífica, humanizadora de Dios, que siempre nos precede.

6. Ha sido a la luz de estas reflexiones y convicciones que hemos visto necesario formular y ofrecer unas indicaciones concretas con la esperanza de que puedan orientar a los distintos organismos eclesiales que en nuestro Continente están asumiendo la Pastoral Indígena.

  1. Urge reflexionar acerca de qué futuro le corresponde a los pueblos Originarios. Le pedimos particularmente al CELAM que nos ayude a visualizar este desafío y nos muestre los caminos que aseguren la identidad, el reconocimiento y la autonomía de nuestros pueblos indígenas.
  2. Vemos la necesidad de una mayor estima y acogida del hecho de la pluriculturalidad de nuestro Continente y entonces de la necesaria interculturalidad.
  3. Nos corresponde estimular y promover la etno-estima de los pueblos Originarios.
  4. Mantener con renovado esfuerzo nuestra opción preferencial y evangélica por los pobres y como consecuencia, acrecentar y profundizar la presencia misionera y pastoral entre las poblaciones más frágiles y amenazadas por el desarrollo depredatorio, apoyándolas en sus esfuerzos para lograr una justa distribución de la tierra y del agua.
  5.  Poner al alcance de todos el documento de Aparecida que tanta amorosa atención concede a los pueblos originarios y que nuestros Pastores, en sintonía con el espíritu de Aparecida, asuman con más valentía la necesaria dimensión profética de la propia fe, denunciando las injusticias y atropellos de la dignidad de los indígenas.
  6. Que el Departamento del CELAM responsable de la pastoral indígena, contacte y coordine los distintos organismos, grupos apostólicos y equipos que en las distintas iglesias locales de América Latina y El Caribe asumen la atención pastoral y misionera de los pueblos Originarios, para un trabajo de información, de estímulo y de coordinación.
  7. Urge orientar los esfuerzos de la Misión Continental en vistas a un estado permanente de misión, hacia las “periferias” de los pueblos indígenas. La fidelidad de la Iglesia a Cristo que vino a evangelizar a los pobres (cfr Lc4,16), encuentra su garantía en la medida con que ella opte valiente y generosamente por estas periferias de los últimos de nuestro Continente.
  8. Es necesario que se infunda el amor preferencial hacia los pueblos indígenas desde los años de formación de los futuros sacerdotes así como de los agentes de pastoral que se dediquen a ellos.
  9. Es de gran utilidad conocer los diferentes organismos extra-eclesiales que trabajan en favor de los pueblos indígenas con el fin de lograr una posible cooperación y un trabajo conjunto.
  10. Buscar caminos de cooperación y de integración con las pastorales afines como lo es la Pastoral Afro.
  11. Seguir apoyando el estudio y el conocimiento de la espiritualidad y la cosmovisión de los pueblos Originarios. Al respecto informamos que durante nuestro encuentro se hizo el lanzamiento del tomo VI de Teología India.

Encomendamos a María, la Madre del Señor, María de los muchos títulos de América Latina y el Caribe, todos los esfuerzos que nuestra Iglesia está llevando adelante con nuestros hermanos y hermanas indígenas. Ha sido María quien ha podido unir las historias latinoamericanas diversas en una historia compartida: aquella que conduce hacia Cristo, Señor de la Vida, en quien se realiza la más alta dignidad de nuestra común vocación humana.

 

Con nuestro renovado y fraterno saludo, nos encomendamos a su oración

Desde Santa Fe de Bogotá somos sus hermanos y Pastores

 

Monseñor Pablo Varela

Panamá

 

Monseñor Carlos Enrique Herrera

Nicaragua

 

Monseñor Victorino Girardi   

Costa Rica

 

Monseñor Guillermo Francisco Escobar

México

 

Monseñor Lucio Alfert

Paraguay

 

Monseñor Walter Pérez

Bolivia

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