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Vocación y fe

Lunes, 11 de Febrero de 2013 15:24 

 

Sin duda que Dios quiere salvara nuestro mundo y quiere necesitar del medio humano para realizarlo.

Misterio insondable de Dios que siendo el poder y la fuerza, el todo poderoso, quiere contar con la colaboración pequeña y débil de la creatura humana. Y sigue pronunciando con su voz ¿ A quién mandaré? ¿Quién irá por mí? Dos interrogantes que nos cuestionan y a la vez esperan la respuesta generosa como la del profeta Isaías: “Aquí estoy mándame”.

Debemos ser conscientes que somos mandados, enviados por Él, Él es el que envía y el que tiene la iniciativa, no somos nosotros, ni los que nos merecemos ser enviados ni los que podemos enviarnos a nosotros mismos. Dios puede estar mirando a muchos hombres y mujeres para elegirlos y enviarlos a una misión sumamente importante y sublime. ¿A quién mandaré? No todos son elegidos para esta misión concreta y especifica Dios tiene en su Proyecto. A cada uno nos llamará para una vocación específica, sea el matrimonio, sea el sacerdocio, sea la vida consagrada.

Los que sean llamados, tendrán que hacer la misión en su nombre, en el nombre de Dios, no en nombre propio, por ello dice ¿Quién irá por mí? Que importante saber esto, que no actuamos por nuestra cuenta, somos embajadores, que actuamos en nombre de Dios, que responsabilidad la nuestra y que gran humildad se necesita, para saber que todo lo que podamos hacer para para el bien de este mundo, será en su nombre, en él por él y con él, nosotros sólo meros instrumentos en manos de él, y sin protagonismos personales, El irá salvando al mundo en el silencio y en la humildad de cada vida humana.

Y culmina esta suplica de Dios, esta llamada, para ir en su nombre, con la respuesta firme, generosa y humilde, llena de disponibilidad: “Aquí estoy, mándame“

También nosotros como Isaías, debemos repetir esas palabras, las mismas que pronuncio Jesús y la Virgen María, las mismas que pronunciaron los santos y sigue pronunciando tanto hombres y mujeres, que se comprometen consagrando sus vidas a Dios por el evangelio, en pobreza castidad y obediencia.

Complementando esta llamada al profeta, el evangelio nos presenta a Jesús que también suplica y manda a Pedro: “rema mar adentro y echad las redes para pescar”.

Pedro en un principio le responde manifestando , que no vale la pena hacerlo, porque han estado toda la noche y no han pescado nada, un profesional de la pesca y ni un pez en toda la noche ¿ cómo es posible ? pero Pedro sabía que la palabra de Jesús no era cualquier palabra, era su maestro y sabía que lo que Jesús decía se cumplía, lo había visto, por ello dic: ”por tu palabra echaré las redes”, y obedece y se realiza el gran milagro de la pesca milagrosa. Cuando obedecemos a Dios antes que a los hombres cuando nos fiamos de su palabra, Dios trasforma lo imposible en posible.

Jesús manda remar a dentro, no quedarnos en la orilla, no quedarnos en lo superficial, mar adentro supone arriesgar por Cristo, mar adentro supone profundizar en la fe, mar adentro supone conocer lo divino y comprometerse con él, mucha gente no conoce a Jesús más que de oídas, necesita remar mar adentro, para experimentar y saborear esa vida profunda del espíritu, en que se vive de la fe y del amor divino. Hoy más que nunca necesitamos ir mar adentro en la amistad con Dios, en la caridad con los demás, en la perseverancia y fidelidad, en la pureza del corazón, mar adentro, donde ya las olas que azotan en la playa se convierten en balbuceos y caricias de paz y esperanza, mar adentro es vivir en el amor de Dios.

Y Pedro dice, ”por tu palabra, echaré las redes” las palabras de los hombres como dice la canción, son palabras y palabras que se las lleva el viento, palabra enferma que no cumplimos, palabra que se quedó en el deseo, cuánto cuesta hoy en día fiarnos de las palabras de los demás, pero la palabra de Jesús, es palabra de Dios, es palabra de vida, es distinta, es palabra que nos deja al descubierto con su verdad, que penetra hasta nuestros más ocultos pensamientos, palabras de las que no podemos escapar, es luz que disipa toda sombra donde a veces queremos escondernos, para Dios nada está oculto ni pasa desapercibido.

No son nuestras palabras las que son eficaces, es la suya la que hace eficaces las nuestras, por su palabra Pedro obedece y echa las redes, se fía de la palabra de Jesús, cree en la palabra de Jesús. Y nosotros, ¿de que palabra nos fiamos? ¿de la que nos ha dicho la prensa, el horóscopo, el brujo, el vecino, el político, o de la palabra de Dios?, decimos que tenemos fe, pero ¿en quién creemos? en quien creemos más, ¿en la palabra de Dios o en la de los hombres?.

Muchos hombres y mujeres no arriesgan por Dios, tienen miedo porque les falta fe en Dios, decimos que creemos en Dios pero no le obedecemos, no hacemos lo que su palabra nos dice. Muchos jóvenes viven en la eterna duda e indecisión y tan inseguros en su fe que prolongan su indecisión, no han experimentado que la palabra de Dios se cumple, la tierra está llena de incrédulos, y la increencia es el mayor mal de los humanos, es el mayor pecado de nuestra sociedad, un mundo sin fe en Dios está llamado al fracaso, un hombre sin fe es un hombre perdido.

Mas cuando actuamos por la fe en su palabra , nos pasará como a Pedro, nos asustaremos por la gran pesca realizada y Jesús nos dirá , “No temas , cambiará nuestra vida, “desde hoy serás pescador de hombres, no de peces, sino de almas para Dios. En este año de la Fe Dios nos pide que nos fiemos de su palabra, que echemos las redes para pescar mar adentro, allí donde Dios se hace presente en la oración profunda en el amor sincero. Que respondamos con generosidad como Isaías “aquí estoy mándame, y comprobaremos que Dios cumple con su palabra. Fiarse de Él es la seguridad mayor que podemos tener para no fracasar, no habrá noches que no hayamos pescado nada. Jóvenes, fiaros de Dios que os llama para la mayor empresa jamás conocida y superada, en la que nunca se fracasa. Trabajar con él por la salvación de las almas, el mayor honor y mayor valor. Dios necesita muchos profetas como Isaias, muchos apóstoles como Pedro, muchos misioneros como Pablo.

Hoy estamos confiriendo el ministerio de Acolitado, ministro de la eucaristía, al seminarista Jorge, como un paso más al sacerdocio. Ello exige creer en la Eucaristía, acercarse a comulgar exige de nosotros fe, creer que es necesario alimentarnos con el pan de los ángeles, con el pan de los fuertes, para vencer el mal, para resistir, aguantar y vencer la batalla contra el enemigo. Comulgar es creer que allí se hace presente el misterio de la presencia de Jesús Eucaristía, algo bien serio, con lo que no podemos jugar, debemos saber el alcance que tiene recibir a Jesús Eucaristía. Por eso los católicos tenemos este gran sacramento que instituyo Jesús para que nosotros le vivamos con fe, le celebremos con alegría y le recibamos con amor que nos impulse también a la caridad.

 

Mons. Rafael Cob García

 

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