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“ORANDO LA VIDA DESDE LA MIRADA DE DIOS”

Retiro de la CER-O

4 marzo 2013

 

SABER COMENZAR

Un día diferente para ti. Es un día de retiro para “estar con El” y para estar contigo mismo. Para ello, necesitas buscar tu espacio, tu carpa del silencio, el lugar del encuentro con el Maestro. Otros días lo escuchas en el camino de tu vida, hoy, en el lugar sagrado de tu templo interior. Necesitas también tu tiempo, ese tiempo especial que rompe la rutina, porque ahí, en ese espacio y tiempo, el Dios de Jesucristo, se nos revela.

Necesitas también tu cuaderno de historia de vida, tu itinerario personal del ENCUENTRO CON JESUCRISTO–DISCIPULADO–COMUNION–MISIÓN, para hacer memoria y dar un paso más. Y...tomar conciencia de cómo llegas a este retiro, en dónde te encuentras, qué te pasa, qué cargas en tu mochila de caminante, y ponerte delante del Maestro de Galilea tal cual eres. Vulnerable como persona, pequeño como un niño, pecador como discípulo.

¿Vienes del correr apostólico? ¿Vienes de un activismo desasosegado? ¿Vienes como desde la superficie de la vida?. Pide la gracia hoy, de la hondura, de ir gestando tu vida desde lo hondo. Porque lo importante de la vida “no es lo que nos pasa, sino lo que nosotros hacemos con lo que nos pasa”. ¿Traes alguna crisis que te inquieta? ¿Algún cambio que te desestabiliza? ¿Alguna tensión que te hiere?. Pide la gracia de la responsabilidad sobre lo que te está pasando, pide la gracia de tomar en serio esos momentos duros, esas pérdidas, porque se pueden enquistar, dañarnos la vida, e ir perdiendo la alegría y el sentido de vivir.

¿Traes dudas, zozobras, angustias? ¿Guardas ahí dentro de tu ser algo que te inquieta? ¿Algún desencuentro que te hace difícil la vida? . Preséntaselo todo al Señor, tu Maestro. A Él le agrada tu verdad y tu transparencia, que ya conoce, pero te invita a dárselo a conocer: “vengan a mí los que están agobiados que yo los aliviaré”(Mt.11,28). Entra en el retiro con la certeza, de que pase lo que pase, en este duro empeño por lograr el encuentro constante con Jesucristo, la condición de discípulo en comunión con los hermanos y ser misioneros, estamos acompañados e impulsados por un Dios Alfarero que constantemente quiere trabajar nuestra vida.

 

LOS ROSTROS QUE LOS QUE SUFREN

¿Qué pasa a nuestro alrededor? ¿Qué vemos por la calle, en la puerta de nuestros colegios, hogares, hospitales, Iglesias...? ¿Qué escuchamos, en los noticieros, cuando la gente se acerca a contarnos algo, en el colectivo, en el subte, en nuestras oficinas, en nuestro trabajo...? ¿Qué refleja el ir y venir de mucha gente por el chat, por el mail? ¿Qué vemos que proyecta la persona a través de internet? ¿Qué nos comunica la gente por sus rostros, sus manos, su manera de caminar, sus gestos...?

Deja que tu humanidad se deje afectar por la realidad y se abran todos tus sentidos y toda tu alma a la gente que te rodea incluida tu comunidad: - Sorprende comprobar la soledad, el vacío, las ansias de afecto y de cariño en hombres y mujeres de estos tiempos incluida la vida religiosa; entristece contemplar personas buscando trabajo, sus ojeras, su cansancio, su inquietud; impresiona la necesidad de desahogarse y de ser escuchado; indigna saber de niños, y mujeres a veces también hombres maltratados, golpeados, abusados; duele contemplar rostros de determinados tipos de inmigrantes del interior del país o del extranjero marginados, discriminados; duele escuchar a las madres descubriendo a sus hijos en la droga, en la homosexualidad; preocupa tanta inseguridad e impunidad; da pena ver tantas personas hombres y mujeres que se sienten pecadores y fuera de la Iglesia, tristes y acongojados por las cargas pesadas. Son los rostros de la pobreza, son las manos tendidas que piden auxilio, son los pies cansados de tanto buscar, son los rostros sufrientes en donde Cristo se nos manifiesta hoy. Habrá muchos rostros más que se te aparecen en tu retiro, contémplalos, déjalos que hablen, escúchalos, oye sus gritos. Y...sigue orando en silencio.

Siente la Mirada de Dios, y descubre cuál es tu mirada

Todo comienza con ver, con mirar la vida, la realidad. Según miremos la vida, así nos situamos, reaccionamos y nos comprometemos con y ante la misma. La vida pública de Jesús, lo mismo que su vida en Nazareth, comenzó con una toma de contacto con las personas y situaciones (Mc 1,16). El problema está en cómo miramos la realidad. Para nosotros la referencia es la bondad de Dios: Nuestros modos de mirar dependen del lugar donde estamos situados. (Mt, 9, 36)

Necesitamos suplicar, como aquellos ciegos del relato de Mateo: “Señor, que se nos abran los ojos” (Mt 20,33), para poder reconocer, agradecer... y descubrir puertas donde antes veíamos muros. Hoy nos tientan muchas cegueras: no se ¡ven los que no cuentan económicamente, y hay millones de personas consideradas invisibles; estamos amenazadas por la ceguera de la seguridad, y los diferentes nos resultan extraños; vivimos cegadas por la prisa y las seguridades y las rupturas y las divisiones embotan nuestros sentidos y nos ciegan sobre nuestra unidad esencial..

Con frecuencia somos impactadas por realidades presentadas de un modo tan reiterativo y con tanta violencia y sangre que se va configurando en nosotras una sensibilidad embotada. A nuestra sensibilidad ya se le hace difícil percibir los detalles más finos de la vida, la cual se va banalizando de tal manera que vemos muertes, saqueos y torturas sin inmutarnos, sin distinguir si es una noticia o una película más que compite por la teleaudiencia. Necesitamos desarmar el corazón hinchado, a veces, porque ya venimos de  “vuelta” de la vida y venimos repletas de razones, justificaciones y experiencias que nos impiden descubrir la novedad que se nos presenta ante nuestros ojos. Podemos ir creando en nosotras en nosotros una intimidad desencantada que nos lleve a vivir en el instante, olvidando nuestra historia de salvación con sus momentos luminosos y oscuros. Este desencanto puede teñir muy sutilmente nuestras relaciones y actividades, apagando la pasión por Dios, por su Reino y por las personas concretas. Sin pasión creadora, vamos introduciendo en nuestra vida adiciones que nos quitan la libertad. Hay que mirar de otra manera para ver y ofrecer una visión alternativa de la realidad, para saber qué vivimos y desde dónde lo vivimos. Pero esto supone un largo proceso contemplativo que es inseparablemente ascético y místico, íntimo y social, personal y comunitario y así poder escuchar de boca de Jesús: “Dichosos vuestros ojos porque ven” Mt 13,16).

Sólo se puede contemplar bien lo que se ama. El amor permite reposar la mirada, volver una y otra vez sobre la realidad amada, para ver lo que el ojo simple no es capaz de percibir. Donde está el corazón, allí se posa la mirada. Es el corazón el que orienta, reposa y confiere calidad a la mirada (1Sam 16,7). Por el amor se ve; con el amor se ve. Es el amor quien ve. Mirada compasiva:

1. Mirarnos con bondad en nuestras pobrezas: a nivel familiar, institucional, eclesial, social... Mirarnos para animarnos a trabajar más a pesar de la disminución numérica y de fuerza de nuestros grupos

2. Abrirnos: conjurar el peligro de cerrarnos. Invitar a nuestras casas a tomar café, a la oración...

3. Vida sobria, honrada y religiosa: como forma concreta de existir. Volver a los caminos de lo simple, del disfrute con poco, del consumo controlado, del decrecimiento.

4. Creer en la fuerza de nuestro potencial: humano, de medios y de experiencia. Aunque haya disminuido, aún tenemos posibilidades de trabajar, de colaborar con quien se preocupa por el futuro de lo humano, aunque sea haciendo pequeñas tareas.

Una mirada comprometida no es imposible, ni está fuera del alcance de cualquier persona que la anhele. Basta levantar la cabeza, contemplar la realidad y ver desde los ojos de Dios... tal vez, es la invitación que nos hace el propio Dios y que apunta ya a la Pascua (Jn 4,35)

 

Reflexión Personal.

  1. Me pongo, sin prisas, delante de la presencia de Dios, sintiendo su mirada y viviendo de su mirada...
  2. ¿A dónde y hacia quiénes dirige mi mirada la mirada de Dios, hoy?
  3. ¿Cómo es, en este momento de mi vida, mi relación con Dios?
  4. ¿De qué tengo que liberar mi mirada?
  5. ¿La experiencia de mi fe es una experiencia que se hace vida y transmite el amor de Dios y la esperanza en el hoy?

 

 

SALMO AL DIOS DE LA VIDA

Tú eres, Señor, un Dios de Vida,

Un Dios de misericordia y bondad.

Reconocemos tu impulso creador

En el origen de todo lo que existe

Y en el origen de nuestras vidas.

 

Y a lo largo de la historia y de nuestra historia,

Sigues impulsando todo aquello que

Hace a las personas vivir de forma más humana,

más fraterna y más gozosa.

Por eso te damos gracias y te bendecimos.

 

Tú nos has creado a tu imagen.

Nos sorprendemos

Al descubrirnos obra de tus manos,

Al descubrir en nosotros

Las semillas de tu ser de Padre-Madre.

 

Nos has hecho capaces de crear,

Transmitir y potenciar la vida;

De acompañar su crecimiento

Con paciencia y ternura,

Nos das un corazón misericordioso y compasivo

Y nos llamas a vivir un amor gratuito y comprometido como el tuyo.

 

Por eso te damos gracias y te bendecimos.

Has puesto en nosotros algo de Ti que,

A través de nuestras vidas,

Quieres hacer llegar a los demás:

En medio de nuestro mundo,

En la vida de nuestros hermanos y hermanas,

Tú nos envías a hacer presente

Tu amor entrañable, cercano y liberador.

 

Nos llamas a ser hombres y mujeres libres,

Compasivos, solidarios, testigos de esperanza;

Personas de Dios, personas de Espíritu,

Que quieren seguir, muy de cerca, a Jesús.

Que viven la intimidad contigo,

Que se nutren de tu amor,

Que transparentan la vivencia gozosa de tu presencia que nos anima.

 

Por eso te damos gracias y te bendecimos.

Nos pides que nuestra vida entera hable de Ti,

En cada edad, tarea o situación que vivamos;

Que digamos a la gente, con nuestra vida y actitudes que Tú les amas.

 

Tú nos has hecho colaboradores tuyos

En esta tarea de hacer crecer la Vida, de construir tu Reino.

Que como María, la mujer que se dejó llenar por Ti para entregarte al mundo,

Permanezcamos siempre abiertos a tu amor

Y sepamos hacer de nuestra vida don para los demás.

Por eso te damos gracias y te bendecimos.

 

 

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